Paisajista de tiempo completo, como se definía, Bernardita Prieto dedicó más de cuarenta años de su vida a crear jardines. Con el mismo interés y dedicación abordaba los más variados proyectos, desde un parque hasta una jardinera. Gran deportista y ciento por ciento esteta, fue una mujer fuerte y luchadora que vivió intensamente hasta el último minuto de su vida.
El 1 de febrero los Figueroa Prieto y sus hijos, y Bernardita
de Corral Prieto, llegarán hasta la balsa de Zapallar. Algunos harán la
travesía nadando, otros navegarán en un bote lleno de flores que dejarán
allí en homenaje a su madre, quien ese día hubiera cumplido 68 años. El
regalo familiar perfecto que a Bernardita Prieto Vial le habría
encantado recibir, pues ella enseñó a sus nietos que vencer el frío y el
miedo a las olas es sinónimo de atrevimiento y fortaleza. "El verano
pasado, un día que se sintió bien y con fuerzas, se puso su gorra y nadó
hasta la balsa. Cuando se salió del agua la gente que estaba en la
playa la aplaudió", recuerda su hija Virginia.
Bernardita vivió
en estrecho contacto con la naturaleza y así como sentía una enorme
fascinación por el mar también la seducían la cordillera, los árboles y
las flores. Amaba levantarse al alba y salir a jugar golf cuando todavía
el pasto estaba cubierto por el rocío de la mañana. "Me explicaba lo
mágico que era eso y el cambio que se iba experimentando en el recorrido
hasta llegar al último hoyo, cuando ya la cancha estaba seca". En pleno
invierno no perdonaba un fin de semana sin subir a su encantador
refugio en La Parva, una casa A que compró en 1972 y que en esa época
estaba ubicada en la parte más alta del centro de esquí. "Todos le
decían Bernardita estás loca cómo se te ocurre comprar ahí. Hoy está
pegada a las canchas y fue un lugar muy significativo para ella y para
nosotros. Alojando ahí, sus 18 nietos han aprendido a esquiar", cuenta
Virginia.
Pero, sin duda, la gran pasión de esta mujer rubia,
alta, delgada y de intensos ojos azules, fue el paisajismo. Una afición
que comenzó a tomar forma en su niñez durante sus largas estadías en
Pirque, en la casa del fundo El Cruceral, propiedad de sus padres,
Hernán Prieto Subercaseaux y María Vial Freire. De esa época hace
recuerdos su hermana, la decoradora Josefina Prieto: "Crecimos en un
ambiente maravilloso, viendo a mi mamá siempre preocupada del jardín,
cortando rosas y otras flores para armar los arreglos. Vivíamos arriba
de los caballos o haciendo algún deporte. Por eso la Bernardita, que fue
la quinta de siete hermanos, salió tan deportista". A Pirque se iban,
por lo general, en el tren que llegaba hasta El Volcán y que se tomaba
en el sector de Bustamante, en Plaza Italia. "Ahí nos bajábamos y nos
recogía un coche del campo. Era una época en que en nuestra casa los
cuatro mayores teníamos una nanny inglesa y los tres menores una
mademoiselle francesa, las que además de cuidarnos nos enseñaban
idiomas", recuerda Josefina.
Una forma de vida
Educada
primero en las Monjas Francesas, incluso interna en algún período, y
luego en La Maisonnette, un año después de egresar de sexto año de
humanidades, cuando tenía 18 años, se casó con el médico Juan Pablo
Figueroa Yánez, hijo de madame Gabriela, la directora del colegio, con
quien tuvo cinco hijos: Juan Pablo, Andrés, Diego, Catalina y Virginia.
Fue hacia fines de los 60 y principio de los 70 que aconsejada por su
suegra entró a estudiar paisajismo al Incacea. "Ella siempre estaba
trabajando en la mesa del comedor y enseñándonos los nombres de los
árboles", recuerda Catalina. Era una época en que la carrera de
paisajismo estaba aún muy incipiente, pero poco a poco, Bernardita fue
armando su espacio y en 1975 se asoció con Josefa García de la Huerta.
"Nos conocíamos de toda la vida pero nos reencontramos a través de
nuestras hijas en el colegio. La Bernardita era un motor de trabajo,
súper dinámica y muy empeñosa. Fue un agrado hacer proyectos con ella".
Cada una trabajaba en su casa, con todos los niños revoloteando
alrededor, sin dibujante ni contador ni nada. "No sé cómo lo hacíamos.
Imagínate que mandábamos a buscar a los maestros a través de telegramas.
Nosotras mismas íbamos a comprar las plantas y las llevábamos hasta las
obras. Todo era muy personalizado". Juntas hicieron proyectos bien
emblemáticos como los jardines de la Clínica Las Condes, los del
Complejo Químico del Ejército y los de la Mutual de Seguridad en
Concepción y Santiago, entre otros. "La sociedad se terminó el 79, pero
tengo los mejores recuerdos de esa época. La Bernardita impuso en
paisajismo un estilo muy natural y suelto, e introdujo un colorido
ordenado. Fue de las pioneras en usar cubresuelos y en poner rosas
floribundas", sostiene Josefa.
En 1977 nació su sexta hija,
Bernardita, fruto de su segundo matrimonio con el argentino Justo de
Corral. Fue en esos años que se abocó por completo, siguiendo los
consejos de su suegra de entonces, a la remodelación de la casa de
inquilinos que había heredado en Pirque y a plantar y armar el parque,
donde además formó el vivero Misia María. "Siendo muy chica me acuerdo
de mi mamá con una varilla en la mano marcando los puntos en los que se
debían plantar los árboles", cuenta la hija menor, arquitecta con un
postgrado en Australia en Arquitectura del Paisaje. Poco después de eso
Bernardita inició su emblemático curso denominado Cultura Vegetal, donde
entregaba herramientas para que los alumnos entendieran cómo
funcionaba, se mantenía y creaba un jardín. Las clases, que duraban de
abril a noviembre, de manera de cubrir todas las estaciones del año, las
daba en el living de su casa en Coronel Avendaño, y contemplaban una
visita al jardín Pumpin en Valparaíso y varias salidas a terreno -entre
ellas a algún club de golf y a su casa en Pirque- a recolectar hojas y a
identificar in situ las distintas especies. "Fueron un éxito, ¡llegó a
tener 40 alumnas! Además, muchas paisajistas conocidas hoy asistieron a
ese taller, entre ellas Luz María Ramírez", dice Catalina.
Carolina
Zambra, su socia desde 1989, fue una de esas tantas alumnas. "Lo más
lindo de ese curso es que la Bernardita te enseñaba a mirar y comenzabas
a saber sobre las plantas que siempre habían estado a tu alrededor y en
las cuales jamás habías reparado". A fines de ese año, cuando se
terminaron las clases, Bernardita preguntó si había alguien que quisiera
trabajar con ella porque necesitaba ayuda. "Todas exclamaron sí, pero
cuando dijo que había que empezar al tiro y decirle adiós a las
vacaciones, sólo yo acepté", recuerda Carola. Juntas continuaron con los
cursos y desarrollaron un sinnúmero de proyectos, tanto en casas
particulares como en edificios públicos, entre ellos el banco BCI y el
de la CCU. "Creo que la obra pública más importante que realizó, y de la
cual se sentía muy orgullosa, fue el jardín del edificio de la IBM, en
Salvador con Providencia. Además de ser la primera de este tipo, la hizo
cuando nadie plantaba en jardineras y ella se atrevió a poner allí unos
tremendos jacarandás. Fue mucho más que una paisajista. Para ella el
jardín iba más allá de lo puramente verde; se preocupaba de prolongar la
arquitectura hacia el exterior, dándole importancia a las terrazas, las
piscinas, las escalinatas. Sus proyectos siempre fueron integrales",
explica Carolina.
"Siempre decía que las plantas eran como
niños, que necesitaban espacio para crecer y que por lo mismo jamás
había que sobrepoblar un jardín, aunque al comienzo se viera medio
pelado", dice su hija Catalina.
El arquitecto Gonzalo Mardones
destaca "la bondad y agilidad de sus ideas" y cómo ella abordaba la
relación del paisaje con la arquitectura, alcanzando límites muy altos.
"Estaba dotada de unos ojos mágicos y profundos que le permitieron
modelar con excelencia y fineza tantos jardines y parques".
Nada pendiente
En
el verano de 2007 le descubrieron un tumor maligno en el riñón. Una
enfermedad que en vez de derrumbarla la hizo levantarse con más energía
aún. "La Bernardita era un motor. Yo la llamaba y me decía no te
preocupes voy a estar bien", recuerda su hermana Josefina. "Siempre
enfrentó la enfermedad con una fortaleza increíble, jamás se quejó",
cuentan sus hijas. Y siguió trabajando como siempre y dedicándose por
entero a su familia.
"Fue hincha de cada uno de nosotros.
Siempre estuvo presente en todos los campeonatos de esquí en que
participábamos, en los de tenis, en los de atletismo. Mientras alguien
de la familia estuviera compitiendo en lo que fuera, ahí estaba la
mamá", dicen sus hijas. Y esto hasta el final, incluso un par de semanas
antes de morir no quiso perderse la graduación de una de sus nietas, ni
dejar de acompañar a la Bernardita hija a visitar un terreno que recién
había comprado en el norte, a dos horas y media de Santiago. "Nunca
dijo no a ninguna de las actividades de nosotros", afirma Virginia.
Adriana Molina Carvallo, arsenalera, fue su compañera de curso en La
Maisonnette y durante estos últimos años, a raíz de la enfermedad, se
volvieron muy cercanas. "Impresionaba el sentido de familia que tenía,
el ver siempre a todos sus hijos y nietos, un verdadero clan,
preocupados por ella. Fue una mujer muy cariñosa y generosa, que yo
definiría como linda por fuera y por dentro".
A principios de
febrero de 2009 la vida volvió a golpearla cuando su hijo mayor, Juan
Pablo, falleció en un accidente automovilístico. "Con toda la pena la
mamá no se derrumbó, y con esa fuerza que siempre la caracterizó salió
adelante", recuerda Virginia. Unas semanas después fue ella misma quien
lideró la caravana de más de 45 personas, algunos a caballo y otros a
pie, que fue a dejar sus cenizas al cerro El Plomo. "Después nos juntó a
todos y nos dijo: "lo más importante es que hay que vivir a concho,
amar a concho y trabajar a concho". Durante toda su enfermedad ese fue
su lema", cuenta Catalina. "Decía que las cosas a medias no existen; que
las medias son sólo para las piernas", agrega.
Virginia
resume: "La mamá fue una mujer intensa, que no dejó nada pendiente. Tal
como dice mi hermano Andrés, a todo en la vida ella le hizo un check".
Fuente: Revista Vivienda & Decoración (VD)
largo tu post pero esta buenisimo. hay muchos ejemplos de vida. gracias adm.
ResponderEliminarVivo en una de las casas donde diseño un hermoso jardín y agradezco su entorno y belleza simple y sobrecogedora.
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