domingo, 22 de enero de 2012

Mujer de raíces profundas

Paisajista de tiempo completo, como se definía, Bernardita Prieto dedicó más de cuarenta años de su vida a crear jardines. Con el mismo interés y dedicación abordaba los más variados proyectos, desde un parque hasta una jardinera. Gran deportista y ciento por ciento esteta, fue una mujer fuerte y luchadora que vivió intensamente hasta el último minuto de su vida.


    El 1 de febrero los Figueroa Prieto y sus hijos, y Bernardita de Corral Prieto, llegarán hasta la balsa de Zapallar. Algunos harán la travesía nadando, otros navegarán en un bote lleno de flores que dejarán allí en homenaje a su madre, quien ese día hubiera cumplido 68 años. El regalo familiar perfecto que a Bernardita Prieto Vial le habría encantado recibir, pues ella enseñó a sus nietos que vencer el frío y el miedo a las olas es sinónimo de atrevimiento y fortaleza. "El verano pasado, un día que se sintió bien y con fuerzas, se puso su gorra y nadó hasta la balsa. Cuando se salió del agua la gente que estaba en la playa la aplaudió", recuerda su hija Virginia.



    Bernardita vivió en estrecho contacto con la naturaleza y así como sentía una enorme fascinación por el mar también la seducían la cordillera, los árboles y las flores. Amaba levantarse al alba y salir a jugar golf cuando todavía el pasto estaba cubierto por el rocío de la mañana. "Me explicaba lo mágico que era eso y el cambio que se iba experimentando en el recorrido hasta llegar al último hoyo, cuando ya la cancha estaba seca". En pleno invierno no perdonaba un fin de semana sin subir a su encantador refugio en La Parva, una casa A que compró en 1972 y que en esa época estaba ubicada en la parte más alta del centro de esquí. "Todos le decían Bernardita estás loca cómo se te ocurre comprar ahí. Hoy está pegada a las canchas y fue un lugar muy significativo para ella y para nosotros. Alojando ahí, sus 18 nietos han aprendido a esquiar", cuenta Virginia.


    Pero, sin duda, la gran pasión de esta mujer rubia, alta, delgada y de intensos ojos azules, fue el paisajismo. Una afición que comenzó a tomar forma en su niñez durante sus largas estadías en Pirque, en la casa del fundo El Cruceral, propiedad de sus padres, Hernán Prieto Subercaseaux y María Vial Freire. De esa época hace recuerdos su hermana, la decoradora Josefina Prieto: "Crecimos en un ambiente maravilloso, viendo a mi mamá siempre preocupada del jardín, cortando rosas y otras flores para armar los arreglos. Vivíamos arriba de los caballos o haciendo algún deporte. Por eso la Bernardita, que fue la quinta de siete hermanos, salió tan deportista". A Pirque se iban, por lo general, en el tren que llegaba hasta El Volcán y que se tomaba en el sector de Bustamante, en Plaza Italia. "Ahí nos bajábamos y nos recogía un coche del campo. Era una época en que en nuestra casa los cuatro mayores teníamos una nanny inglesa y los tres menores una mademoiselle francesa, las que además de cuidarnos nos enseñaban idiomas", recuerda Josefina.


Una forma de vida


    Educada primero en las Monjas Francesas, incluso interna en algún período, y luego en La Maisonnette, un año después de egresar de sexto año de humanidades, cuando tenía 18 años, se casó con el médico Juan Pablo Figueroa Yánez, hijo de madame Gabriela, la directora del colegio, con quien tuvo cinco hijos: Juan Pablo, Andrés, Diego, Catalina y Virginia. Fue hacia fines de los 60 y principio de los 70 que aconsejada por su suegra entró a estudiar paisajismo al Incacea. "Ella siempre estaba trabajando en la mesa del comedor y enseñándonos los nombres de los árboles", recuerda Catalina. Era una época en que la carrera de paisajismo estaba aún muy incipiente, pero poco a poco, Bernardita fue armando su espacio y en 1975 se asoció con Josefa García de la Huerta. "Nos conocíamos de toda la vida pero nos reencontramos a través de nuestras hijas en el colegio. La Bernardita era un motor de trabajo, súper dinámica y muy empeñosa. Fue un agrado hacer proyectos con ella". Cada una trabajaba en su casa, con todos los niños revoloteando alrededor, sin dibujante ni contador ni nada. "No sé cómo lo hacíamos. Imagínate que mandábamos a buscar a los maestros a través de telegramas. Nosotras mismas íbamos a comprar las plantas y las llevábamos hasta las obras. Todo era muy personalizado". Juntas hicieron proyectos bien emblemáticos como los jardines de la Clínica Las Condes, los del Complejo Químico del Ejército y los de la Mutual de Seguridad en Concepción y Santiago, entre otros. "La sociedad se terminó el 79, pero tengo los mejores recuerdos de esa época. La Bernardita impuso en paisajismo un estilo muy natural y suelto, e introdujo un colorido ordenado. Fue de las pioneras en usar cubresuelos y en poner rosas floribundas", sostiene Josefa.


    En 1977 nació su sexta hija, Bernardita, fruto de su segundo matrimonio con el argentino Justo de Corral. Fue en esos años que se abocó por completo, siguiendo los consejos de su suegra de entonces, a la remodelación de la casa de inquilinos que había heredado en Pirque y a plantar y armar el parque, donde además formó el vivero Misia María. "Siendo muy chica me acuerdo de mi mamá con una varilla en la mano marcando los puntos en los que se debían plantar los árboles", cuenta la hija menor, arquitecta con un postgrado en Australia en Arquitectura del Paisaje. Poco después de eso Bernardita inició su emblemático curso denominado Cultura Vegetal, donde entregaba herramientas para que los alumnos entendieran cómo funcionaba, se mantenía y creaba un jardín. Las clases, que duraban de abril a noviembre, de manera de cubrir todas las estaciones del año, las daba en el living de su casa en Coronel Avendaño, y contemplaban una visita al jardín Pumpin en Valparaíso y varias salidas a terreno -entre ellas a algún club de golf y a su casa en Pirque- a recolectar hojas y a identificar in situ las distintas especies. "Fueron un éxito, ¡llegó a tener 40 alumnas! Además, muchas paisajistas conocidas hoy asistieron a ese taller, entre ellas Luz María Ramírez", dice Catalina.


    Carolina Zambra, su socia desde 1989, fue una de esas tantas alumnas. "Lo más lindo de ese curso es que la Bernardita te enseñaba a mirar y comenzabas a saber sobre las plantas que siempre habían estado a tu alrededor y en las cuales jamás habías reparado". A fines de ese año, cuando se terminaron las clases, Bernardita preguntó si había alguien que quisiera trabajar con ella porque necesitaba ayuda. "Todas exclamaron sí, pero cuando dijo que había que empezar al tiro y decirle adiós a las vacaciones, sólo yo acepté", recuerda Carola. Juntas continuaron con los cursos y desarrollaron un sinnúmero de proyectos, tanto en casas particulares como en edificios públicos, entre ellos el banco BCI y el de la CCU. "Creo que la obra pública más importante que realizó, y de la cual se sentía muy orgullosa, fue el jardín del edificio de la IBM, en Salvador con Providencia. Además de ser la primera de este tipo, la hizo cuando nadie plantaba en jardineras y ella se atrevió a poner allí unos tremendos jacarandás. Fue mucho más que una paisajista. Para ella el jardín iba más allá de lo puramente verde; se preocupaba de prolongar la arquitectura hacia el exterior, dándole importancia a las terrazas, las piscinas, las escalinatas. Sus proyectos siempre fueron integrales", explica Carolina.




    "Siempre decía que las plantas eran como niños, que necesitaban espacio para crecer y que por lo mismo jamás había que sobrepoblar un jardín, aunque al comienzo se viera medio pelado", dice su hija Catalina. 
El arquitecto Gonzalo Mardones destaca "la bondad y agilidad de sus ideas" y cómo ella abordaba la relación del paisaje con la arquitectura, alcanzando límites muy altos. "Estaba dotada de unos ojos mágicos y profundos que le permitieron modelar con excelencia y fineza tantos jardines y parques".


Nada pendiente


    En el verano de 2007 le descubrieron un tumor maligno en el riñón. Una enfermedad que en vez de derrumbarla la hizo levantarse con más energía aún. "La Bernardita era un motor. Yo la llamaba y me decía no te preocupes voy a estar bien", recuerda su hermana Josefina. "Siempre enfrentó la enfermedad con una fortaleza increíble, jamás se quejó", cuentan sus hijas. Y siguió trabajando como siempre y dedicándose por entero a su familia.


    "Fue hincha de cada uno de nosotros. Siempre estuvo presente en todos los campeonatos de esquí en que participábamos, en los de tenis, en los de atletismo. Mientras alguien de la familia estuviera compitiendo en lo que fuera, ahí estaba la mamá", dicen sus hijas. Y esto hasta el final, incluso un par de semanas antes de morir no quiso perderse la graduación de una de sus nietas, ni dejar de acompañar a la Bernardita hija a visitar un terreno que recién había comprado en el norte, a dos horas y media de Santiago. "Nunca dijo no a ninguna de las actividades de nosotros", afirma Virginia. Adriana Molina Carvallo, arsenalera, fue su compañera de curso en La Maisonnette y durante estos últimos años, a raíz de la enfermedad, se volvieron muy cercanas. "Impresionaba el sentido de familia que tenía, el ver siempre a todos sus hijos y nietos, un verdadero clan, preocupados por ella. Fue una mujer muy cariñosa y generosa, que yo definiría como linda por fuera y por dentro".




    A principios de febrero de 2009 la vida volvió a golpearla cuando su hijo mayor, Juan Pablo, falleció en un accidente automovilístico. "Con toda la pena la mamá no se derrumbó, y con esa fuerza que siempre la caracterizó salió adelante", recuerda Virginia. Unas semanas después fue ella misma quien lideró la caravana de más de 45 personas, algunos a caballo y otros a pie, que fue a dejar sus cenizas al cerro El Plomo. "Después nos juntó a todos y nos dijo: "lo más importante es que hay que vivir a concho, amar a concho y trabajar a concho". Durante toda su enfermedad ese fue su lema", cuenta Catalina. "Decía que las cosas a medias no existen; que las medias son sólo para las piernas", agrega.


    Virginia resume: "La mamá fue una mujer intensa, que no dejó nada pendiente. Tal como dice mi hermano Andrés, a todo en la vida ella le hizo un check".


Fuente: Revista Vivienda & Decoración (VD)

2 comentarios:

  1. largo tu post pero esta buenisimo. hay muchos ejemplos de vida. gracias adm.

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  2. Vivo en una de las casas donde diseño un hermoso jardín y agradezco su entorno y belleza simple y sobrecogedora.

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